CAMBIO DE GABINETE: LAS FUERZAS CONCERTACIONISTAS SE TOMAN EL GOBIERNO DE BORIC

El dantesco escenario que dejó la estrepitosa derrota de la opción Apruebo, obligó al gobierno del Presidente Boric a entregarse definitivamente a los brazos de la ex Concertación, abriéndole de par en par las puertas a los políticos del pasado, a esos mismos a los cuales él y sus compañeros del Frente Amplio miraban con desdén, como si fuesen piezas de museo. Las vueltas de la vida, primero el ministro Jackson cierra torpemente las puertas a la posibilidad de establecer mejores relaciones con el Congreso, lugar en el que el gobierno no posee mayoría y en donde por lo tanto, estaba obligado a maniobrar con inteligencia, flexibilidad y tino para tratar de crear puentes que le permitiesen tener un trabajo parlamentario más fluido; pero el ministro Jackson prefirió sacar a relucir las diferencias morales y de principios con los viejos políticos, para así meter la pata hasta el fondo, disparándose un balazo en los pies propios y en los del gobierno al cual representaba.
Ya desde antes de asumir como gobierno, se sabía cuál era más o menos el complejo escenario que enfrentarían: no tenían mayoría ni en el Senado, ni en la Cámara de diputados; no tenían cuadros suficientes para hacerse cargo de todos los ministerios y demás reparticiones públicas que funcionan con nombramientos políticos; no tenían un sólido trabajo de masas y no contaban con suficientes redes sociales, es decir, no tenían trabajo de calle. Agregándole a todo ello, que para ganar la segunda vuelta la coalición de Boric (Apruebo Dignidad), debió ampliarse y permitir la llegada de otra coalición (Socialismo Democrático, conformada por el PPD, Partido socialista, Partido Radical y Partido Liberal), complejizando aún más un panorama ya difícil. Gobernar con una sola coalición presenta históricamente dificultades, hacerlo con dos es masoquista.
El triunfo en la segunda vuelta presidencial, permitió la llegada de los cuadros concertacionistas, ahí apareció Manuel Monsalve (PS), parte  del grupo de Mahmud Aleuy (PS, ex subsecretario de interior, del segundo mandato de Michelle Bachelet, participante del escándalo de la Operación Huracán). Llegó Mario Marcel, ex PS que estaba a cargo de la presidencia del Banco Central, a hacerse cargo de la cartera de Hacienda y llegó Carlos Montes (PPD), ex parlamentario, a hacerse cargo de la cartera de Vivienda. Pero más allá de la cantidad de cuadros concertacionistas que tuvo que aceptar el Presidente Boric, ya sea en funciones de primera línea o de más bajo perfil, lo que empezó a quedar claro era la incidencia en la conducción política del gobierno que estos cuadros vendrían a desempeñar. Nada es gratis en la vida.
En menos de seis meses se tuvo que dar el primer cambio de gabinete, un parto prematuro pero previsible gracias a la derrota en el Plebiscito de salida. Previo a esto, lo único que parecía claro era la salida tarde o temprano de la errática ministra de Interior, Iskia Siches. En el camino se le sumó Jackson.
Pero pese a todo lo previsible que ambas salidas eran, nadie imaginó que el resultado del 4 de septiembre iba a dejar en la cuerda floja a este gobierno, si tuviésemos otro sistema político, esta derrota habría implicado la renuncia del Presidente Boric. Pero aún cuando no lo tenemos, la contundencia de la derrota significó dejar a Boric, a merced del asalto de las huestes concertacionistas, teniendo que aceptar la llegada de Carolina Tohá (PPD), como ministra de Interior y de Ana Lya Uriarte (PS), como ministra de la Secretaría General de la Presidencia, experimentados cuadros de los gobiernos concertacionistas; quienes vienen a transparentar la renuncia y la derrota definitiva de este intento transformador.
Pero el meollo del asunto radica en que este gobierno nació prisionero de sus propias falencias: no tuvo confianza en el apoyo popular que lo llevó a ganar en segunda vuelta; no tuvo jamás la audacia para apoyarse en ese respaldo popular e intentar crear un movimiento más amplio, que le diera una sólida base de sustentación al proceso constituyente. Le faltó el valor suficiente para jugársela de verdad por un triunfo del Apruebo, permitió ser coaccionado en la práctica por las fuerzas del Rechazo y toda su maquinaria propagandística, financiada por los mismos fascistas de siempre; se dio el lujo de jugar limpio, cuando la Derecha apelaba sin tapujos a las noticias falsas y a la amenaza con tal de ganar al precio que fuera. Permitió que el Plebiscito de salida se transformara no solo en una definición sobre aceptar o rechazar una nueva carta magna, sino que además en una medición de su gestión en tan corto período, sabiendo de antemano que era la imagen de un gobierno partidario de la opción Apruebo, ya que quienes votaron por él tanto en la primera, como en la segunda vuelta presidencial, lo hacían depositando sus esperanzas de que sería el indicado para encabezar este histórico proceso de cambios. Confiaban en que no los defraudaría, pero ello no sucedió.
Ahora se nos presenta un futuro incierto, donde nada parece ser lo que alguna vez fue, donde los que se decían demócratas pactaron con los actuales representantes del pasado dictatorial, para salvaguardar los privilegios a los que tanto se acostumbraron. Seguimos regidos por la obra del dictador Pinochet y de su mano derecha, Jaime Guzmán; algunos sospechan, no sin razón, de que pronto empezará la cocina política para pactar todo un proceso de cambios y reformas, para que nada cambie. Agregándole el peligro latente de que las expectativas que se crearon durante el Estallido y que no han sido satisfechas, se reactiven y exploten nuevamente en un nuevo escenario de violencia popular sin conducción, donde los únicos que poseen organización real son las fracciones del Partido del Orden, siempre dispuestas a maniobrar para conducir los procesos de cambio, que finalmente nada cambian.
Escrita por:
Ignacio Ortiz.
Equipo comunicaciones.
Partido Allendista de Chile.

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